• Resistencia,

  • OPINIÓN

    A VECES, CANSA....

    Las elecciones de los EE UU demostraron una vez más la falacia de la "suprema importancia" que tienen los medios para influir en el pensamiento de las personas en particular y de las sociedades en general.

    Las elecciones de los EE UU demostraron una vez más la falacia de la "suprema importancia" que tienen los medios para influir en el pensamiento de las personas en particular y de las sociedades en general. Se escribió hasta el hartazgo sobre el tema e inocentes (o no tanto) "repetidores" se encargaron, y encargan, de replicarlo permanentemente.

    En las elecciones del pasado martes en "iuesei" Hillary tuvo el explícito apoyo de 229 diarios, 131 semanarios y del 80% de las cadenas televisivas contra 9 diarios y 4 semanarios que apoyaron a Donald.

    Ganó Trump.

    De ser válidos los presupuestos de la teoría de la aguja hipodérmica esa victoria jamás podría haberse producido.

    Pero...
    ¿Los medios mienten?, sí.
    ¿Tergiversan?, si.
    ¿Ocultan?, sí.
    ¿Inventan?, sí.
    ¿Juegan política y partidariamente?, sí.
    ¿Son corporativos?, sí.
    ¿Presionan?, sí.
    ¿Coaccionan?, sí
    ¿Cartelizan la información?, si.

    ¿Tienen el poder de cambiar una creencia, modificar un pensamiento, "inyectar" principios y valores de tal forma de sustituir o eliminar los que ya posee un individuo o conjunto de personas?, NO.

    ¿Y porqué, no?

    Entre otros aspectos porque se modificó la pregunta "base".

    El interrogante ya no es: ¿Qué hacen los medios con la gente? sino: ¿Qué hace la gente con los medios?

    Los adeptos a la infalibilidad mediática abrevan en un marco teórico de principios del siglo XX y olvidan o no conocen las conclusiones a las que se llegaron con nuevas investigaciones.

    Autodesignarse como los dueños de la verdad y únicos interlocutores con la sociedad fue la estrategia elegida por las empresas comunicacionales que con el axioma de "nadie aguanta cinco tapas en contra" generaron pánico en políticos débiles o acomodaticios .

    En Comunicación está harto demostrado lo anacrónico e inexacto de la teoría de la aguja hipodérmica. Pero muchas veces repetir la convicciones, cansa. Especialmente si es más creíble un idóneo que dice: "Rompé la pared acá", o "Tomate esto que te va a hacer bien" que quienes con algún atisbo de racionalidad tratan de difundir un pensamiento que no les conviene a los que lucran con la desinformación, la ignorancia o el dogmatismo.

    Hay veces, muchas veces, que aun con la evidencia empírica, con la irrefutabilidad de los hechos, con la demostración pos facto, con la aplicación del método científico, con la universalidad de los datos, la sociedad, o gran parte de ella sostiene: "Está bien, pero no creo" o "Es cierto, pero no me conviene creerlo".

    Es mucho menos peligroso y más redituable que un "eppur si muove".

    Gran triunfo de los medios (empresas) de comunicación que, a pesar de la permanente demostración en contra de su hipótesis, siguen sosteniendo la "tremenda importancia" que tienen para establecer pensamientos, modificarlos o en "qué" tiene que pensar la ciudadanía.

    Y mientras continúe esa falacia, que no es tal por llegar a una conclusión falsa sino por errores en su construcción lógica, continuará el sostenimiento económico por parte de los gobiernos que seguirán pagando cifras siderales no sólo por la emisión de publicidad de sus actos, sino también para que la elaboración del "corpus discursivo" que de su gestión se haga en ese medio de comunicación tenga un matiz positivo y "amigable".

    Los medios de comunicación o quienes suponen serlo y a quienes se les adjudica esa categorización, ni por asomo piensan en la responsabilidad social que les cabe y, si tienen la necesidad de demostrarla, se establecen como promotores de recolección de "alimentos no perecederos" que serán destinados a instituciones benéficas o en productoras de espectáculos gratuitos que indirecta e inevitablemente serán solventados por el erario público.

    El de los medios y su influencia en la sociedad es un debate con larga tradición de discusión académica y que en la Argentina tuvo su mayor auge luego del conflicto del 2008 con la patronal del campo que desembocó en el triunfo de MM.

    Hasta hoy, desde el kirchnerismo más duro, se sostiene jura y perjura que la derrota de Scioli fue producto y resultado del mensaje unificado de los medios hegemónicos que perforaron las frágiles mentes de los incautos, inocentes y débiles ciudadanos quienes, como plastilina comunicacional, fueron moldeados por los hábiles constructores del discurso macrista.

    Scioli no perdió por los mensajes en contra de los medios de comunicación.

    Perdió, entre otras consideraciones, porque desde el gobierno saliente, no se quiso, no se supo, o no se tuvieron las ganas de tirarle un centro, una soga, una ayuda.... algo.

    Scioli perdió porque el sector que hoy culpa enfáticamente a la "influencia de los medios" y por creer que era el enemigo, lo atacó, ninguneó y menospreció.

    Muchos en la Argentina de hace un año votaron a Macri no sólo o únicamente porque los medios lo aconsejasen sino porque desde la administración saliente no se entendió que gran parte de la sociedad le estaba pidiendo que afloje un poco con la presión impositiva, que afloje un poco, un poquito, con el impuesto a las "ganancias", que aparte a quienes ya estaban delinquiendo. No se le estaba pidiendo que anule la AUH, que baje los satélites fabricados por ARSAT, que anule la aplicación del programa nacional de vacunas, que elimine las jubilaciones, que deje de entregar netboks gratis, que los trabajadores no tengan paritarias, que se deroguen las leyes igualitarias, que el fútbol vuelva a ser pago. No. Se le estaba pidiendo algo mucho más sencillo, más simple, mas prosaico.

    ¿Porqué no lo hizo? Hay muchas hipótesis como pocas respuestas convincentes.

    Y la mayoría optó por Cambiemos. Y lo cierto es que no fue por el "dale que dale" de los medios, ni por la campaña obstinadamente negativa, ni por el "periodismo de guerra" que un editor de Clarín confesó haber hecho.

    Y si en todo caso la "decisiva" influencia de los medios fuese cierta, la pregunta sería: ¿porqué convence a la mitad de los electores y a la otra mitad, no?.

    En USA la mayoría votó a los electores que elegirán a Trump, pese a que 229 diarios, 131 semanarios y el 80% de las cadenas de televisión intentaron "taladrarle" el cerebro para que no lo haga. Lo hizo porque aun teniendo 3 o 4 trabajos lo que gana no le alcanza, porque lo que gana tiene cada vez menor poder adquisitivo, porque se puede comprar uno o dos autos pero ni por asomo puede aspirar a una vivienda, porque no califica en el sistema bancario, porque los tratados de libre comercio con Canadá y Méjico ratificados y ampliados por Obama produjeron y producen el cierre de cientos de miles de pequeñas y medianas industrias. Porque ni siquiera pueden endeudarse para pagar el "college" de sus hijos y se enferman por la preocupación que les causa pensar que pasaría si llegan a enfermarse.

    En el imaginario se tiene la creencia que de los dos partidos es el Demócrata quien sería el más propenso a ocuparse de esos problemas. En los ocho años de Barak se comprobó que no fue tanto así y que Hillary se siente más cómoda cuando defiende las posiciones corporativas del establishment que cuando tiene que exponer sobre las soluciones que daría a los problemas del "americano medio".

    Lo curioso es que el presidente electo tuvo el repudio de gran parte del partido al que representó y que, también en teoría, es el que menos se ocupa de las tribulaciones sociales.

    Trump ganó porque transmitió que supo interpretar el malestar de los más desposeídos, de quienes son parte de la clase media norteamericana y que sienten cómo su status, su nivel de vida o las posibilidades de mejoría o ascenso se ven relegadas por el proteccionismo a la inversa que proponen las dos mayores corporaciones políticas de su país.

    Por estos aspectos y seguramente por mucho más ganó Trump.

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