La lucha electoral en EEUU se da con el trasfondo de los efectos de la globalización capitalista sobre el pueblo norteamericano, y más en general sobre todo el mundo
La amplia mayoría de medios y del establishment político y económico sostienen que el debate lo ganó Hillary Clinton. Salvo la cadena Fox News (promotora de los Republicanos e impulsora de Trump) y Michael Moore.
La estrategia demócrata estuvo centrada en la previsibilidad de un gobierno de Clinton y la imprevisibilidad en la economía y en los temas de las acciones bélicas de EEUU, de un gobierno de Trump.
A la vez dio un mensaje hacia los trabajadores y las clases medias: vamos a cobrar más impuestos a los ricos para financiar desde abajo, a los pequeños empresarios y a los trabajadores. Era cierta concesión a las ideas de Sanders, con cierta aproximación a las ideas de que las economías se desarrollan promoviendo la inversión en las pequeñas empresas y estimulando la demanda, y la promoción de la educación.
Por su parte Trump sostuvo que sacar a EEUU del estancamiento y el desempleo exige una reducción de los impuestos a los millonarios y grandes empresarios para así favorecer que con ese capital inviertan y creen entonces nuevos empleos. El circulo virtuoso se completaría desregulando la economía y limitando el papel del Estado en lo interno, y desarrollar un proteccionismo para impedir nuevas relocalizaciones de empresas norteamericanas en países de mano de obra más barata. Esa política llevaría a rediscutir los tratados de libre comercio comenzando por el NAFTA.
Hillary tomó las propuestas de Trump para mostrar que son la de un empresario que quiere seguir enriqueciendo a su clase y no la de un dirigente estatal. Y que él, como empresario, se valió del Estado y de leyes con vacíos para defraudar a millares de trabajadores o contratistas de sus empresas. Y lo acusó de evadir impuestos, de ocultar su realidad patrimonial por no presentar su declaración de impuestos.
Llama la atención cierta similitud de Trump con Macri, los dos implican la mentalidad empresarial haciéndose cargo del Estado, la idea de que las inversiones son la clave de una economía en desarrollo y que derrame hacia abajo, que ello necesita menos impuestos y menos regulaciones estatales. Y los dos como empresarios escondiendo patrimonio frente al Estado.
El candidato republicano contratacó sosteniendo que la responsabilidad de los pesares de la sociedad norteamericana está en el sistema político. En los políticos, que como la Secretaria Clinton nada hicieron, o fomentaron las causas de la crisis actual. Trump se situó aquí por fuera de la política, habló de los últimos 30 años, con lo cual se refería a administraciones tanto demócratas como republicanas.
Otros temas que se debatieron los dejamos para próximas notas. Queremos concentrarnos en una lectura a contrapelo, alejada del balance de los grandes medios de comunicación.
La lucha electoral en EEUU se da con el trasfondo de los efectos de la globalización capitalista sobre el pueblo norteamericano, y más en general sobre todo el mundo. El malestar que despertó la hegemonía del capital financiero en esta etapa de la globalización, más la emergencia de grandes jugadores mundiales como China e India. Expresan los movimientos teutónicos sociales. Sobre ese magma crecieron las tendencias “populistas” de izquierda y de ultraderecha.
La crisis del modelo neoliberal y las resistencias populares al mismo parieron en américa latina experiencias de gobiernos populares diversos de corte “progresista”, de izquierda o centro izquierda (como cada uno quiera llamarlos o etiquetarlos).
En el mismo sentido en Europa permitió la emergencia de corrientes como Syriza en Grecia, Podemos en España, el liderazgo de Corbyn en el partido Laborista en Gran Bretaña, o Sanders en el partido Demócrata de EEUU.
A la vez tendencias populistas de extrema derecha cosechan ese malestar contra la globalización en Francia con el Frente de Marine Le Pen quien es votado por muchos obreros que antes votaban a los comunistas, Forza Italia de Silvio Berlusconi y la Liga Norte ambos en Italia, Alternativa para Alemania baluarte de la islamofobia en ese país; Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) que lideró la salida de Gran Bretaña de la UE (Brexit); Partido de la Libertad tercera fuerza de Austria, en Polonia el Congreso por la Nueva Derecha; Partido por la Libertad (Svoboda) en Ucrania, fuerza que es parte del gobierno; Amanecer Dorado en Grecia, partido filo Nazi que es actualmente tercera fuerza; Partido popular Danes; Verdaderos Finlandeses que es actualmente segunda fuerza en su país.
Las elites que lideraron la globalización neoliberal son duramente cuestionadas, sin embargo, las resistencias y fuerzas emergentes no se expresan desde el anticapitalismo, y en la mayoría de los casos esa crisis de representatividad es aprovechada por las fuerzas conservadoras de la extrema derecha.
En EEUU el cuestionamiento provino desde dos alas, Trump por ultra derecha y Sanders desde el centro izquierda. Las elites de los dos partidos (republicanos y demócratas) están vistas como corresponsables de la crisis, de las tasas de desempleo, del cierre de fábricas, de la inseguridad, de las guerras. El “antisistema” triunfo en las primarias Republicanas, pero se da la paradoja que la brava pelea que dio Sanders y su enorme militancia joven y obrera, puede haber salvado a la elite del Partido Demócrata. Hillary Clinton más allá de discursos bonitos es Wall Street, es un EEUU sustentado en la hegemonía Militar, es la globalización neoliberal.
Más allá de la paridad electoral entre los dos candidatos, y aún del resultado de las elecciones, estos movimientos en las estructuras sociales, en los valores y utopías antagónicas plantean un desafió enorme a las fuerzas anticapitalistas, a la izquierda y a las fuerzas democráticas. Hasta aquí parecía que el principal reto era que los neoliberales generaban enormes crisis sociales y económicas que eran capitalizadas por ellos mismos en ciclos de profundización de sus políticas. Ahora es que el descontento social derive en fuerzas ultraderechistas con implicancias negras e inciertas para el mundo.
Volvamos a Michael Moore después del debate Clinton-Trump, diciendo en su twitter: It’s over. Trump, the egoist, the racist, the narcissist, the liar, “won.” We all lost. His numbers will go up. She told the truth. So what. (Se acabó. Trump, el egoísta, el racismo, el narcisista, el mentiroso, “ganó”. Estamos todos perdidos. Sus números subirán. Ella le dijo la verdad. Y qué.)
Con cierta adscripción a las teorías que hablan de una política pos-verdad (que desarrollaré en otras ediciones de La barraca) es decir que no hay verdades, sino interpretaciones, que todas valen lo mismo, que por lo tanto no importa mentir (aun descaradamente) porque ella (la mentira) es una forma de interpretación de la realidad, que entonces no se discuten diagnósticos y propuestas de cambio sino simulaciones contra simulaciones. Michael nos dice: no importa que Hillary hable de la realidad y de programas de gobierno donde seguramente le gana a Trump, el racionalismo frío y desapasionado, nada puede hacer frente a personas que solo “creen” en lo que dicen los que piensan similar a él. Y en ese terreno gana Trump.
Es difícil aceptar este análisis. Algunos dicen que Moore lo hace para despertar la participación de millones para frenar a la bestia autoritaria, para que voten a Hillary como el mal menor.
Puede ser. Cierto es que merece ser atendida la mirada.