Su predecible derrumbe: costos por las nubes e ingresos estancados. Por qué pasó de ser un símbolo de la información libre a una cloaca de trolls.
Twitter perdió más de 1.500 millones de dólares desde que salió a la bolsa a fines de 2013. Sus acciones perdieron el 62% de su valor original. Está estancado en crecimiento de usuarios y con serios problemas para incrementar ingresos y alcanzar rentabilidad. Mientras tanto, trolls de todo el mundo lo están convirtiendo en una de las cloacas más fétidas de internet.
LAS CIFRAS
Por debajo de las expectativas de Wall Street, Twitter reportó ingresos de 717 millones de dólares para el cuarto trimestre del 2016, un alza de sólo 0,9%. Fue su menor incremento anual: un ingreso neto ajustado de 119 millones de dólares. Los resultados esperados para el trimestre eran distintos: ingresos por 740 millones de dólares.
El crecimiento de la cantidad de gente que usa el servicio está prácticamente estancado y los costos de la operación por las nubes. Twitter se desprende de cada vez más dinero para intentar mejorar y para compartir ingresos con sus socios y empleados: sus costos aumentaron en un 40,4%, a 306 millones de dólares con respecto al año anterior.
El ingreso por usuario fue de USD 2,25, una caída de 3,4% respecto al 2015 y muy por detrás de los USD 7,16 de ingresos por usuario que reportó Facebook en el mismo trimestre.
Twitter parece acorralado. La desmonetización para sumar usuarios y aumentar las expectativas sobre su valor no dio ni está dando resultados. Tampoco logra incrementar los ingresos, y los rumores de compra por parte de una empresa más grande como Google, Disney o Salesforce, por ahora fueron sólo un salvavidas que nunca llegó.
Los pronósticos para este año tampoco son buenos: se espera que las ganancias ajustadas (antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización) oscilen entre USD 75 millones y USD 95 millones, muy por debajo del EBITDA ajustado de USD 180.5 millones para el primer trimestre 2016.
COMPARACIONES ODIOSAS
Mientras tanto, otras empresas tecnológicas están en un gran momento. Apple, Facebook, Amazon, Google y Microsoft cotizan en niveles récord. Y los analistas acuerdan en que seguirán creciendo entre el 7% y el 20% en el mediano plazo.
La principal amenaza para estas empresas es la revalorización del dólar, que podría contraer los beneficios que generan fuera de los Estados Unidos. Su mayor fortaleza es evidente: la gran capacidad que tienen para generar caja e invertir en innovación.
Mientras Twitter se desangra en intentos ineficaces para encontrar un equilibrio sostenible entre ganar dinero y atraer a los usuarios, Snapchat debutó, triunfal, este miércoles, en Wall Street. Incrementó en un día 44% el valor de sus acciones. El precio inicial fue de 17 dólares por acción acción y cerró en 24,48 dólares.
Para dar un contexto en cifras, hoy el valor bursátil de Snapchat (USD 34.000 millones) equivale a 4,2 veces el precio total de las acciones de YPF (USD 8.190 millones); 8,1 veces el valor de Banco Galicia (USD 4.200 millones), 8,2 veces Telecom (USD 4.130 millones), y 22,4 veces lo que vale Edenor (USD 1.520 millones), todas compañías líderes en la Argentina.
El desafío que tiene Snapchat por delante es claro: navegar de un modo sustentable entre el derrumbe de Twitter, cuyas acciones perdieron más del 60% de su valor original, y la escalada de Facebook, cuyas acciones subieron un 250%.
El problema de las burbujas que enfrentará Snapchat es simple. Sobra liquidez en el mundo. El mundo de los inversores privados, los famosos Ventures Capitales y Private Equity, es cada vez más grande. Inyectan cifras desproporcionadas en empresas de improbable éxito en el mercado. Esto hace que cuando salen a la bolsa y las empresas se vuelven públicas, los señores deban sobrevalorar la empresa, a veces hasta niveles inverosímiles, para recuperar sus inversiones. Ese ciclo parece imparable proporcionando éxitos arrollares y fracasos estrepitosos. ¿Quién se acuerda de Groupon?
LA CLOACA DE LOS IMBECILES
Mientras tanto, Twitter debe lidiar con el vandalismo y el aumento exponencial de los mensajes abusivos. Hace unos días nada más, el 1 de marzo, anunció nuevas herramientas y medias que están tomando para combatirlos. Pero nunca parece ser suficiente y siempre, hasta ahora, terminó perdiendo esa batalla. Derrota que se traduce en usuarios que abandonan la plataforma.
Twitter se convirtió en el arma reglamentaria del troll. En un refugio fértil para la catarsis sin costo, la difamación cobarde, el insulto gratuito y la amenaza anónima.
Empezó siendo otra cosa. Siempre carente de un modelo de negocios sustentable, supo ser una herramienta innovadora, valiosa y útil. Democratizó la información y aceleró la distribución de las noticias de último momento. Fue tan poderoso que muchos le temieron: Twitter fue censurado en países como Irán, Turquía, China, Egipto y Corea del Sur.
Twitter fue, y lo sigue siendo pero en cada vez menor medida, muy popular entre los medios, periodistas y celebrities. Incluso entre los presidentes y gobernantes de todo el mundo. Es decir, supo hacer ruido y estar en la agenda pública permanentemente. Generó durante los últimos años muchas conversaciones e impacto social y político, pero escasos ingresos.
No parece gratuita la crítica constante que se le hace a Twitter: parte esencial de su problema son los ejecutivos de la compañía, que lograron diseñar una maravillosa herramienta, pero desentendieron el modelo de negocios y hasta a sus propios usuarios. Una buena idea mal ejecutada, se les reclama. Esa es la cruz con la que carga la dirección de negocios y producto de la red social mientras los usuarios vandalizan lo que supo ser su mayor valor: sus contenidos sin censura.
Twitter parece estar lidiando menos con la innovación y la rentabilidad, y más con la teoría de las ventanas rotas, una teoría de criminología y sociología urbana, que sostiene que mantener los entornos urbanos en buenas condiciones es clave para disminuir el vandalismo y las tasas de criminalidad. En el libro Arreglando Ventanas Rotas, de George L. Kelling y Catherine Coles, publicado en 1996, los autores sostienen que es crucial arreglar los problemas cuando todavía son pequeños. Reparar rápidamente las ventanas rotas hará que sea menos probable que los vándalos rompan más ventanas y hagan más daños. En Twitter parecen desconocer esta teoría. En Facebook la llevaron al extremo, donde todo es control y, a veces, censura.
El genial Umberto Eco advirtió unos meses antes de morir sobre estas dos caras de Twitter: "El fenómeno es por una parte positivo, pensemos en China o en Erdogan. Hay quien llega a sostener que Auschwitz no habría sido posible con Internet, porque la noticia se habría difundido viralmente. Pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de imbéciles", analizó en una conferencia que dio en la Universidad de Turín.
La resaca visible de Twitter está dominada por trolls pagos y por trolls de oficio: Hay gente que trabaja en la cloaca en que se convirtió, pero otros bajan a la putrefacción por placer y tiempo libre. También están aquellos que llegaron tarde a buscar reconocimiento a la inteligencia, ocurrencia y revelación que pretenden ostentar. Muy lejos de eso, se encuentran con fanatismo político, insultos al vacio y quejas… quejas por todo.
También están los medios de comunicación, los famosos y las marcas, más por inercia que por el cada vez menos relevante flujo de audiencia que pueden construir allí.
Los políticos llegaron tan tarde que creen que la fiesta que supo ser Twitter aun está por comenzar. Dilapidan millones de fondos públicos y presupuestos de campañas creyendo que ahora son modernos en la gimnasia del "contacto con la gente".
Muchos de los que fuimos muy activos en Twitter, en la prehistoria de 2007, 2008… ya casi no pasamos tiempo ahí, sencillamente porque ya no hay nada interesante, o porque cuesta mucho encontrarlo.